jueves, octubre 26, 2006

'La dalia negra': aromas y sabores de cine cine


Crítica de cine
Publicado el 23 de octubre de 2006 a las 02:04 horas. Imprimir

'La dalia negra': aromas y sabores de cine cine
Pelayo López

Redonda. Así es la última película de Brian De Palma, un director que últimamente andaba algo desorientado y que parece haber encontrado de nuevo el rumbo, no sólo por la forma elíptica de la historia, con sorpresa final incluida, sino porque demuestra que aún hoy se puede seguir haciendo cine del denominado “clásico”. Estas dos horas de metraje nos traen recuerdos de viejos episodios de su cinematografía, como Los intocables de Elliot Ness –si la famosa escena del carrito del niño cayendo por las escaleras ha pasado a la historia, la de ahora con un asesinato y dos personajes cayendo al vacío sobre una fuente no va a la zaga-, Carrie, Atrapado por su pasado o El precio del poder, títulos todos ellos relacionados de uno u otro modo con la cinta ahora comentada, cinta que, además, no es original, sino que al igual que la también genial L.A. Confidential, está basada en una novela del aclamado escritor James Ellroy.

La historia relatada, tanto por el escritor en la novela como por el director ahora en la gran pantalla, se centra en un caso real, el brutal asesinato –obvio más detalles porque son realmente escalofriantes- de una joven llamada Elizabeth Short, una joven aspirante a actriz que, en los años 40, encontró la muerte antes que su sueño de ser alguien en Hollywood. De su pelo y de su afición por vestirse con ese color, así como de lucir una flor en su cabello y el reciente estreno en la época de la cinta protagonizada por Alan Ladd y Veronica Lake La dalia azul, el título de la novela y de la película. Recorreremos de la mano de los dos policías que investigan el caso el ambiente liberal de la época –lesbianismo y sadismo incluidos-, los habituales poli bueno y poli malo además trabajando en una comisaría politizada y con una mujer de por medio, la “femme fatale” –nada que ver, menos mal, con la película del mismo título del propio director-, la especulación urbanística de la época –cosas que 60 años después siguen igual-, la práctica del boxeo –uno de los deportes del momento-… La fotografía, sencillamente magistral, con altas dosis de contemporaneidad con la época, es obra del oscarizado por Encuentros en la tercera fase Vilmos Zsigmond. Les aseguro que, de no ser porque la película está rodada en color, nos creeríamos realmente ante una película de Welles o Bogart. Y de la música, pues que aún entristece más, y eso es un halago, no un achaque, al espectador, sobre todo por un continuo y ronroneante sonido de trompeta que también es un instrumento muy de aquella década.De Palma demuestra que es un artesano del oficio, pero he de echarle en cara en esta historia el abuso de los planos/contraplanos y la carencia, como alternativa, de otros recursos cinematográficos del cine más añejo. Me refiero, por ejemplo y sobre todo, al uso de planos-secuencias, un hábitat donde ya demostró desenvolverse como pez en el agua en Snake eyes.
También dos caras de la misma moneda en cuanto a la técnica utilizada son, por un lado, los brillantes diálogos que nos proporciona –ojo a los tiras y afloja al más puro estilo Bogart/Bacall entre uno de los triángulos amorosos del filme-, y, por otro, el abuso de la voz en off y de algún flashback innecesario puesto que lo recordado ya visto en la trama, una trama demasiado enrevesada para algunos pero que, desde luego, sirve para simplificar algo mucho más artificiosa. En lo que se refiere al reparto, y comenzamos por las damas, brillante de nuevo, como siempre, Hillary Swank. Y como rival en esta lucha rubia-morena –el director ha cambiado el peligro de las platino por las azabache- Scarlett Johansson, que, si bien físicamente es muy propicia para la trama, interpretativamente hablando se muestra apática en demasía. Por su parte, en el ring masculino, he de reconocer que Josh Hartnett no es uno de mis actores favoritos, y, sin embargo, tras El caso Slevin y ahora, le doy un voto de confianza porque el chico se defiende y hace lo que puede. Quien está de nuevo exultante como en Gracias por fumar y otros títulos es Aaron Eckhart. Anoten su matrícula, dará que hablar si no lo hace ya. Reconocer también la contundente aportación de un grupo de secundarios mucho más solventes que los cabezas de cartel. Se salen, sobre todo la actriz que da vida a la dalia, Mia Kirshner, una joven a la que únicamente nos han dejado ver hasta ahora en cintas independientes como Exótica.
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Ya sé que a los críticos o cinéfilos del cine clásico “de época” posiblemente esta dalia no les gustará demasiado y le pondrán numerosas pegas, pero para las generaciones presentes sirve como aliciente para rescatar esos otros títulos y demuestra, una vez más, que en Estados Unidos no sólo se hace como se suele decir cine palomitero. Ya sé que todo lo que he dicho será igualmente lo que digan los detractores de este minucioso y detallista realizador, pero éste es un más que palpable ejemplo, y la semana que viene nos llegará otro de Martin Scorsese –uno más que regresa al redil de su buen hacer-, de que también se pueden degustar, desde el otro lado del charco, aromas y sabores de cine, cine.

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